Sonámbula en la proa de la vida,
quizás
inquieta y revoloteante
en la quimera del amor.
Navegas en las olas de las teclas
de las hojas del atardecer.
Un sonido estruja mis falanges
y los hace revolotear
en cada pensamiento.
Enmohecida con su ternura
y aliviada
porque partió del corazón de un extraño.
Quisiera verte sonar
cada día de mi vida
y no sucumbir en el delirio.
Eres pequeña e inquieta.
Como una gota acariciando mis negros cabellos.
Me gusta sentir palpitar mi alma
y aturdirme lentamente
en cada tecla de aquel piano
y gozar de la paz y tranquilidad,
y yo me digo:
¿por qué no es así la vida?
Sin pausas atormentadas,
sólo cálida
porque la música desborda mis venas
y estoy aquí respirando
otra vez
junto a ti.
Y sentirte acabar…
© Sandra M. Vizconde Zevallos.
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